Empezamos nuestras actividades por una de las caminatas más interesantes de la isla de Tenerife. Una ruta circular que comienza en Chamorga pasa por el faro de Anaga y termina con un baño en el pintoresco pueblo de Roque Bermejo. Obviamente luego tendremos que subir hasta Chamorga, pero esta vez por el barranco. Un sendero de unas 5 horas de duración y con no demasiada dificultad.
La descripción completa de la ruta la pueden encontrar en el siguiente link de la genial página de Francisco Fariña,:
O si quieres la ruta en GPS aquí la tienes.
Sin embargo, lo que queremos contar aquí es mas una experiencia que la mera descripción de un sendero…
Y así empezamos…
¡Ojo! Recuerden que el sendero TF-PR-6.1 comienza al lado del restaurante del caserío.
Y subiendo subiendo, además de las increíbles vistas, nos encontramos que no somos los únicos caminantes del sendero.
Seguimos por el camino y hacemos un pequeño desvío para visitar un solitario drago que está en la cumbre de la montaña.
Y además de las marcas que dejó algún desconsiderado en el tronco, este drago también esconde un pequeño tesoro.
Seguimos nuestro recorrido descendiendo la montaña hasta tener unas vistas increíbles de los Roques de Anaga y del faro de Anaga.
Para luego llegar al pequeño y pintoresco caserío de Roque Bermejo.
Y sobre todo el pequeño puerto a la izquierda del caserío donde es genial saltar desde el muelle al mar.
¡Ojo! el espigón tiene un pequeño saliente debajo del agua. Hagan el favor de no saltar justo en ese punto.
Después de una merecido baño subimos de vuelta por el barranco hacia Chamorga, hasta encontrarnos casi en el pueblo con esto:
Las escaleras nos llevaron a la casa cueva de Domingo, «Mingo» para los amigos, todo un personaje. Y aunque Domingo no tuviera queso (pues las cabras ahora están preñadas) nos ofreció sin dudarlo cervezas higos y todo lo que tenía.
La historia de Mingo era conmovedora: viudo recientemente, había sido desahuciado de su casa que tenía en la capital tinerfeña. Decidió venirse a esta casa cueva donde cuida sus cabras y cultiva tradicionalmente. Dos pequeños perros son sus guardianes y el equipo de música le hace compañía. Nos confiesa sentirse feliz, que no le falta comida, y que incluso ha ganado unos kilitos de más.
Cuando ofrecimos a pagarle las cervezas que nos había invitado, rechazó la oferta, «Tráiganme café y azúcar y estaremos en paz» -dijo, y aquí queda escrito que tenemos una deuda pendiente con él.
Nos fuimos de vuelta al coche pensando en cuándo podríamos volver para compartir un café con Mingo y conocer un poco más de estos increíbles lugares y sus gentes.